La indispensable congruencia (del gobierno mexicano para aplicar medidas orientadas a conseguir la competitividad y el aprovechamiento de los TLC's)

- martes, 18 de diciembre de 2007 -

Eluniversal.com.mx
18 de diciembre de 2007,
Rosario Green.

México.

En los últimos días se han multiplicado las voces de alarma ante el fin de las cuotas compensatorias a las importaciones de calzado chino, afirmando que están en riesgo más de 2 mil empresas mexicanas y varias decenas de miles de empleos. De manera similar, hay numerosas expresiones de rechazo a la entrada en vigor de las últimas desgravaciones previstas en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte en el sector agropecuario, por considerar que tendrán un efecto catastrófico para cientos de miles de productores de maíz y frijol.

El público que se entera de estas situaciones a través de los medios de comunicación puede considerar que se trata de sorpresas sumamente desagradables por su potencial de daño a la economía nacional. Sin embargo, es importante recordar que el tema de las cuotas compensatorias al calzado chino se viene manejando desde 1993; que las decisiones al respecto se confirmaron en 1997 y que las cuotas se extendieron por cinco años a partir de diciembre de 2002. En el caso del TLCAN la reducción gradual de aranceles a las importaciones de maíz blanco y frijol, hasta su eliminación el 1 de enero de 2008, se pactó igualmente en 1993.


Es decir, han transcurrido catorce años desde que el gobierno mexicano asumió compromisos con potencial para afectar a los sectores productivos antes mencionados y lo único que resulta verdaderamente sorprendente es la ausencia de políticas públicas destinadas a evitar que se llegue a esta especie de callejones sin salida.

Desde luego no estoy pensando en levantar nuevos valladares para salvaguardar determinados sectores de la economía, sino en políticas de desarrollo agropecuario e industrial que a lo largo de los años debieron respaldar el incremento productivo en nuestro país, y en el fomento a acciones de diverso tipo que nos pudieron hacer competitivos. La aplicación exitosa de esas políticas y acciones se habría traducido en creación de empleos y generación de riqueza, permitiendo a la población adquirir los bienes que necesita, independientemente del lugar donde se producen.

A la frecuente suscripción de tratados internacionales y a nuestra incorporación a mecanismos como la Organización Mundial de Comercio (OMC), no siempre ha correspondido la puesta en práctica por parte del gobierno mexicano de medidas orientadas a conseguir su máximo aprovechamiento; todo se ha dejado a las fuerzas del mercado, actitud que no han asumido los países que hoy se presentan como grandes competidores en la escena global. Con diferencias de enfoque, todos ellos están procurando compensar los segmentos en los que tienen desventajas, con el impulso a otros en los que reúnen mejores condiciones para competir.

A la fecha, 151 países han ratificado su adhesión a la OMC en busca de reglas equitativas en materia de flujos comerciales. México lo hizo en 1995, junto con la mayoría de las naciones latinoamericanas, incluida Cuba. Es innegable que la OMC se encuentra en una etapa crítica y hay pesimismo respecto a los resultados finales de la ronda de Doha, pero también sería un error vulnerar este mecanismo multilateral o pretender el retorno a autarquías impensables en un mundo global. Hay mérito en los planteamientos clásicos de las ventajas comparativas.

Para que el conjunto de mexicanos pueda obtener satisfactores para una mejor calidad de vida es urgente la congruencia. El gobierno mexicano debe respaldar de manera decidida la modernización y el desarrollo acelerado de los sectores productivos en los que México reúne condiciones para competir con ventaja, tanto nacional como internacionalmente. Lo demás es pensar que podemos recrear un mundo que dejó de existir.

Senadora de la República (PRI)

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