“La industria china es la de la copia, pero a pedido”

- jueves, 23 de agosto de 2007 -

Infobaeprofesional.com
23 de agosto de 2007,
Comex.

Argentina.

Así lo aseveró el investigador francés Jean Ruffier, uno de los especialistas que hoy disertó en una convención organizada por la cámara textil Pro Tejer.

El mercado textil chino es considerado como el gran depredador de las industrias nacionales del resto de los países del mundo por sus bajos costos de producción, aunque el investigador francés Jean Ruffier aclaró hoy que el gigante asiático “es la industria de la copia, pero a pedido” de las grandes cadenas que adquieren importantes márgenes de ganancias, al fabricar allí sus productos.


Es que en China se puede producir a costos sensiblemente por debajo de los de cualquier otro lugar del mundo, porque la escasez de empleo da la posibilidad a campesinos pobres de insertarse en el mundo del trabajo en talleres informales, aceptando desempeñar tareas por un año sin cobrar ningún salario, a cambio de casa, comida y capacitación.

De continuar la política actual de Gobierno en ese país, “esto no se va a acabar hasta dentro de 20 o 30 años, porque todavía va a haber campesinos pobres para los que es una oportunidad trabajar así y dueños dispuestos a dormir en su lugar de trabajo”, vaticinó el investigador.

Ruffier compartió la experiencia que obtuvo a través de diferentes entrevistas que mantuvo con dueños de plantas textiles en China, durante su exposición en el Panel “China: El depredador del mercado internacional de textiles”, en el marco de la Tercera Convención de la Agro Industria Textil, de Indumentaria y Diseño Argentino, organizada por la Fundación Pro Tejer en el centro de convenciones de La Rural.

El investigador explicó que mientras una planta textil pequeña de vaqueros paga un pequeño sueldo, de los cuales a los obreros les queda casi la mitad ya que acceden a cama y comida, las plantas informales realizan acuerdos con los trabajadores, que consisten en que no cobren sus salarios por un año.

A cambio, los empleados acceden a casa, comida y capacitación, un elemento “fundamental” para poder incorporarse luego en las pequeñas plantas textiles y mejorar sus condiciones de vida.

Los talleres que hacen este tipo de acuerdos “tienen una autorización en trámite para producir, no pagan impuestos, están a la vista de todos, y sus dueños son obreros textiles capacitados que abren las plantas como subcontratistas y que ellos mismos duermen en esos lugares”, indicó Ruffier.

Aunque trabajan sin autorización, aclaró que el Estado no ejerce fuertes controles sobre estos talleres porque “ven que crean empleo, en un país donde hay millones de desempleados”.

“Juntan dinero , compran unas máquinas y contratan diez personas jóvenes, que trabajan un año sin cobrar el sueldo. Si la empresa da utilidades pueden ganar dinero y sino se conforman con haber obtenido capacitación y se pueden destacar en otras plantas más grandes, porque tienen otras vías de desarrollo y salieron del tercer mundo”, remarcó Ruffier.

En cambio, comentó que “una empresa textil chica, trabajando legalmente fabricando vaqueros, tiene contratados 2500 obreros, y está todo en manos de un dueño privado, que aporta todo el capital”.

“Son chinos legales, con protección de enfermedad, poca jubilación y una cama en la planta y su sueldo del que les queda más de la mitad por mes, hablando de pequeñas empresas en un nivel legal”, puntualizó.

Si bien se trata de “una empresa eficiente porque alcanza los precios más bajos” de las grandes ciudades, el especialista indicó que “cuentan con máquinas de producción de bajo costo, viejas, aunque con equipamiento de control de tecnología de punta”.

No obstante, estas empresas tampoco pueden competir con los talleres que están en el sector informal, aunque su estructura de costos y su modo de producción sí les permiten vender los productos a un precio atrayente para el resto de los mercados mundiales.

Y es aquí donde entran en juego, según Ruffier los compradores que hacen pedidos especiales.

“En los talleres desarman el vaquero que les mandan, le hacen una copia y la envían a un taller de diseño y luego al cliente con un precio fijado. Si es buena, tiene el pedido asegurado”, explicó el investigador francés.

Por ejemplo, un cliente francés paga esa copia de vaquero a 6 pesos mientras la vende entre 150 y 300 pesos.

Si se descuentan los gastos en marca, promoción y publicidad, ese comprador francés puede tener “un margen de ganancia de 200 pesos”, mientras que la del dueño del taller “es de 20 centavos”. De allí la importancia de la producción en cantidad.

Si bien China es una amenaza para la industria textil del resto de los países, su superávit de exportación se concentra en tres o cuatro ciudades nada más, es decir en 250 kilómetros en donde el desarrollo industrial es el más grande del mundo, desde 1980 hasta 2006.

“No hay otro lugar del mundo donde haya crecido tanto la industria como en esas ciudades”, remarcó Ruffier.

Ruffier es un investigador francés del Centre National de la Recherche Scientifique de Francia, además de director del Centro Franco-Chino de Investigación en Gestión de la Universidad Jean Moulin Lyon, y creador y director del Centro franco-chino de sociología de la industria y de las tecnologías en Cantón, China.

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