No había competencia y de allí la mala calidad

- miércoles, 27 de junio de 2007 -

Elsalvador.com,
27 de junio de 2007.

La mala calidad, que puede llegar a extremos delincuenciales, caracteriza mucha producción industrial china, como se ha denunciado en los últimos tiempos. Alimentos mortíferos para animales, vehículos que no ofrecen seguridad ninguna a sus ocupantes, dentífricos que botan dientes, son productos emblemáticos en el mal sentido de lo que se fabrica en China continental. Habas se cuecen en todas partes, pero en ninguna como en China.

¿Cuál es la causa de esto? Productores inescrupulosos los hay en los cuatro confines el mundo, lo que obliga a inspecciones permanentes, a reglas y estándares industriales, a revisiones de medicinas y alimentos, a entidades al estilo de los "better business bureaus" de Estados Unidos, entidades privadas de servicio público. Proteger a la gente es revisar quesos, chicharrones y encurtidos de pupuserías y chorizos de tunco en los mercados, no pesar bolsitas de azúcar. Es muy del caso fomentar el establecimiento de organismos de vigilancia por parte de los propios empresarios, tema al cual volveremos.


El mecanismo decisivo para proteger al consumidor es, más que los controles, la competencia entre los productores. Y la competencia por lo general se enmarca en un orden ético: no se sale adelante botando precios, socavando y difamando, sino gracias a mejores calidades, a pasar al cliente los beneficios de la producción a escala y las ventajas derivadas de utilizar tecnología punta en lo que se hace.

Por hoy esa competencia tan precaria o primitiva es el talón de Aquiles de la producción china. Después de cuatro décadas de darle al pueblo lo que le venía en gana al régimen y sin que hubiera posibilidad de quejarse por malos artículos o fallecidos por tragarse algo, de pronto tienen que enfrentar quejas y competencia. De lo primero que se echa mano es reducir precios pero a costa de calidades; cuando surgen las denuncias y los potenciales compradores se van a otra parte, es que se comienzan a enderezar las cosas. Por ahora los chinos no podrán seguir vendiendo en Estados Unidos porquería como pasta de dientes o comida para perros; lo probable es que esos sobrantes inunden los mercados del Tercer Mundo. Que cada quien en estos trópicos cuide sus molares y sus chuchos.

El mercado al servicio de la gente

En los tiempos de Mao, el mayor carnicero de la historia (se calcula que masacró a más de sesenta millones de chinos en el proceso de comunización del subcontinente), era una la vestimenta de todos los chinos: pantalones y casaca azules. No había cosméticos ni blusas de colores ni zapatos de moda ni nada que permitiera a una persona individualizarse o embellecerse. Es claro que al venirse abajo la dictadura económica los fabricantes de calzado, de ropa o de productos para el cuerpo han tenido que improvisar, aprender y diversificarse, pero les queda un trecho largo por delante. Eventualmente, gracias a la competencia de una infinidad de otros fabricantes y proveedores de servicios, China va a ser tan eficiente como el resto.

En la economía del conocimiento, la fase más reciente de la economía de mercado, la liberal, casi todo gira alrededor del cliente: satisfacer sus gustos y sus necesidades es lo que mueve a todos los productores, sean chinos, estadounidenses o salvadoreños. Es la economía donde prácticamente todos ganan, el que compra y el que vende.


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