9/ABRIL/2007
ENRIQUE GÓMEZ
La cuenta regresiva comenzó con el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio. Si las barreras no se sostienen otros cinco años más para abrir las fronteras a las importaciones plenas de zapatos y prendas de vestir, nuestra exigua industria podría desaparecer. Si el Gobierno aguanta cinco años más, lo único que hará será posponer lo inevitable.
Quedarían unos cuantos vivos, los que entienden de moda y valor agregado. Otros ya están muertos pero no lo saben. Basta ver en la frontera las tiendas del otro lado repletas de mexicanos comprando productos asiáticos. Lo electrónico ya lo perdimos. Fry´s, la tienda más grande, vende discos duros de 250 gigavatios en 49 dólares y laptops en 500. La ley de Moore se cumple. Imposible competir con Singapur o Corea.
Los bienes de consumo duradero pueden salvarnos, pero la confección y el calzado ya es todo Nike de Vietnam, Cole Haan de China. Moda popular y moda fina, moda de todos los colores y sabores para todas las edades. Made in China, Made in China… una tras otra las etiquetas lo dicen. En Wal Mart o en Bloomingdales, en Saks o en Target.
El cuento de la mala calidad, el cuento del “chin, chin, ya se me rompió” aclaró que lo único roto es la estrategia de echar la tierra debajo del tapete. De no querer ver.
Mientras los lamentos siguen, a 150 kilómetros se respira el aire del crecimiento y la esperanza. Tanto al sureste como al noroeste. En Aguascalientes ya llegaron a los 10 mil dólares por habitante, en Querétaro también. Aquí, si bien nos va, llegamos a 6 mil. Aferrados a industrias y a proyectos que dieron lo mejor de sí en la época de la protección.
El problema es no tener un plan B a pesar de la buena lucha de los industriales por protegerse a más no poder. Plan B no hubo para las maquiladoras en Irapuato y ya sufre el menor ingreso de las ciudades medias del estado (4 mil dólares si bien nos va). Lo mejor que imaginaron fue un impuesto a la nómina, al trabajo.
En Moroleón se defienden más. Sus confecciones tienen nichos de mercado que aseguraron en años pasados pero que no tienen escriturados. Podrían sucumbir como en Puebla. Celaya camina algo con la industria media.
Y luego decimos que nuestra vocación es la de servicios. Que el turismo y la educación nos pueden ayudar. Falso. ¿Dónde pondríamos a cien mil trabajadores de la industria? ¿Cuántos restaurantes y hoteles se necesitarían para darles empleos, cuántas mesas y cuartos? ¿Media ciudad de meseros atendiendo a la otra mitad? ¿Con qué ingreso? Nada suple a la manufactura de valor agregado para dar buen ingreso y capacitación. La General Motors es ejemplo. Mabe en Celaya también.
Pero no hay plan B. Se pierde el tiempo diseñando trenes inútiles e incosteables, se sueña con transformaciones cuando los vecinos nos comen el mandado. San Luis se lleva la nueva planta de GM y probable se saque la lotería con Lexus de Toyota, la máxima calidad oriental. Se tienen que dar cuenta nuestros gobernantes que la competencia no sólo es con China sino con Jalisco o Aguascalientes, que la burocracia nos ahoga y que la velocidad es todo. Nada más ver la lentitud del Puerto Interior. ¿Cuántos meses, cuántos recursos estacionados en un proyecto que incluso ya se inauguró el sexenio pasado y todavía no opera? Setenta meses se pasan volando, un trienio es un suspiro y un sexenio, a lo mucho, el tiempo que tenemos para cambiar.
egomez@am.com.mx
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